“Esto que haces es de niñas”. “El futbol es cosa de chicos.” “Los chicos no lloran”. “Deja de jugar que te mancharás el vestido”. Nos suena, ¿verdad? Probablemente nosotros mismos lo hemos dicho, o al menos lo hemos escuchador decir a alguien. Un pequeño comentario, sin ningún tipo de malicia, pero que puede desembocar en graves problemas de autoestima en nuestros hijos. Por eso, en este artículo hablaremos de cómo las expectativas e ideologías de género pueden suponer un innecesario peligro para los pequeños. Comenzaremos definiendo los conceptos principales, para después relacionarlos con la autoestima.
¿Qué son las expectativas de género? Sencillamente, no son más que todo aquello que yo espero de una persona, por el hecho de ser hombre o mujer. Es decir, comportamientos, pensamientos, actitudes, intereses, preocupaciones, emociones, etc., que yo califico como normal si quien lo manifiesta es un hombre o una mujer. Por ejemplo: los hombres son (han de ser) rígidos, poco emocionales, duros, viriles, técnicos, se orientan bien, matemáticos, analíticos, racionales, o se preocupan poco. Mientras que las mujeres son sensibles, emocionales, conciliadoras, con gusto por la belleza, con mejores habilidades de crianza de los hijos o las tareas domésticas, etc. En el mundo infantil, lo mismo: los niños son movidos, duros, agresivos, o deportivos, i las mujeres son tranquilas, estudiosas, con gusto por el dibujo, las muñecas, o las cocinas.
¿Por qué las madres y padres tenemos estas expectativas? Fácil, por aprendizaje. Nosotros lo hemos visto, lo hemos vivido en propia piel, nos lo han explicado tantas veces que, como mínimo, una o dos expectativas nos han quedado grabadas en el inconsciente, y ahora lo repetimos con nuestros hijos.
¿Qué son las ideologías de género? Si antes hablábamos de expectativas, es porque nos referimos a algo que yo espero que suceda. Es decir, tengo el deseo de que determinado comportamiento, pensamiento o actitud se manifieste (o no), en mi hija y/o hijo. ¿Y por qué tenemos este deseo? Sencillamente, porque nos han explicado que es cualitativamente mejor mostrar algunos comportamientos y no otros, solo por el hecho de ser hombre o mujer. Y, si vamos un paso más allá, porque nos han dicho que determinadas cosas las hacen mejor las mujeres o los hombres, simplemente por el hecho de ser mujeres o hombres. Esto son las ideologías de género: considerar un género como mejor, más idóneo, más aceptable, a la vez que se muestra una desconsideración, una discriminación y una infravaloración por el género contrario.
El ejemplo más frecuente es la misoginia: considerar a la mujer cualitativamente inferior al hombre, sin ningún tipo de argumento objetivo, real y universal que los justifique. Tristemente, tenemos muchos ejemplos en nuestra sociedad. El porcentaje de mujeres directivas en empresas, consejos o partidos continúa siendo muy bajo, y esto se agrava aún más cuando comparamos sueldos. Ellas cobran menos por el mismo trabajo. Se espera que las mujeres sean dependientes, inseguras, sumisas, pasivas y tímidas…, y hace no tantos años, amas de casa, madres de…, o mujeres de… La misoginia también afecta a los hombres. Un niño con interés por las cocinas, le dirán que “eso es de niñas”, porque claro, las cosas de chicas son malas. Un hombre afeminado será insultado y ridiculizado, porque claro, las conductas femeninas son malas, son peores que las masculinas. No es casualidad que se utilice la feminidad de los hombres como insulto, es un caso de misoginia por excelencia.
Lo contrario, una palabra menos conocida, es la misandria. Se trata de considerar a los hombres como cualitativamente inferiores y menos válidos que las mujeres. “Los hombres no saben llevar un hogar como una mujer”, “a dónde irías sin mí”, “un padre no puede ser padre soltero, pero una madre sí”, “una madre entiende mejor”, “eres un hombre, no lo entenderías”.
¿Qué relación tienen las expectativas e ideologías de género con la autoestima? Ya podemos intuir que mucha. Porque al final, acaban convirtiéndose en un criterio de calidad a través del cual yo evalúo a mi hijo o hija, y dictamino si es válido (normal, estándar, valioso…) o no. Es decir, no aprendo a querer y valorar a mi hijo o hija tal y como es, si no que le/la comparo con unos criterios construidos socialmente de la forma más arbitraria y aleatoria posible. Darle el mensaje “deberías ser así, y si no lo eres no es normal o válido”, es un ataque fulminante contra su autoestima. Ya que el niño o niña siente que algo de sí mismo/a, de su personalidad, su esencia…., no está bien, y eso hace daño. De hecho, hace mucho daño.
Por tanto, si queremos ejercer nuestra tarea maternal/paternal huyendo del sexismo y los estereotipos, podemos seguir las siguientes consideraciones:
1- Mi hijo y/o mi hija es valioso/a, válido/a, normal, y por tanto merecedor/a de mi amor y aceptación incondicional, simplemente porque es como es. “Te quiero porque seas como seas, me gustas”, y no “te quiero porque eres como yo quiero y espero que seas”.
2- Las expectativas, estereotipos e ideologías de género, son una construcción social. Por tanto, no son reales. No hay ninguna evidencia científica que demuestre que un género es superior a otro en tareas de crianza, vinculación, dirección, aficiones, interés, trabajos… Por tanto, equivalencia.
3- Son completamente arbitrarias. Es decir, son unas hoy y mañana serán otras. Hoy los hombres cocinan, y las mujeres dirigen países. Y no ha pasado nada. Por tanto, huyamos de etiquetar la actuación de mi hijo o mi hija como “de niño” o “de niña”, porque solo angustia al niño/niña y le presiona.
4- Abramos la mente si hace algo que no esperábamos. Nos hará mejores padres y/o madres, y por tanto, mejor persona.
5- Quiérele/la y disfruta.