Aprendiendo a hablar de sexualidad en familia
La mayoría de padres y madres coincidimos en la importancia de realizar una educación afectivo-sexual de calidad desde casa e implicarse en ella. No obstante, es frecuente que a lo largo del proceso nos surjan miedos, dudas y preocupaciones sobre qué decir, qué no, cómo hacerlo, cuándo es el momento adecuado, qué hacer ante ciertas situaciones o preguntas embarazosas. Ante estos escenarios, nos podemos sentir desorientados y sin saber cómo actuar.
Por ese motivo hemos creado esta sección, para dar respuesta a todas esas preguntas y ofrecer pautas sobre cómo abordar la educación afectivo-sexual de los hijos.
Cuando hablamos de sexualidad ¿De qué estamos hablando?
Ya que vamos a hablar sobre educación sexual me gustaría empezar reflexionando sobre la idea que tenemos sobre la sexualidad. ¿Qué entendéis por sexualidad? ¿Qué cosas os vienen a la cabeza? ¿En qué os hace pensar?
Pensad un momento en todas las relaciones sexuales que habéis tenido a lo largo de vuestra vida. ¿Para qué las habéis tenido? Probablemente la respuesta sea para divertirnos, sentir placer, comunicarnos con nuestra pareja, expresarle nuestro amor… y durante una época de nuestra vida para tener un hijo/a.
Y os preguntaréis, ¿esto qué tiene que ver con la educación afectivo-sexual de mi hijo/a?
Tradicionalmente se ha asociado la sexualidad con la reproducción. Esta idea, ha influido en que la educación sexual se centrara básicamente en la prevención de embarazos y la protección de Infecciones de Transmisión Sexual (ITS).
Este modelo de educación afectivo-sexual ha dejado de lado toda la parte comunicativa, relacional y erótica. Cuando, de hecho, son las razones fundamentales por las cuales decidimos tener o no relaciones sexuales.
Si cogemos como referencia a la Organización Mundial de la Salud (OMS) define la sexualidad como » Un aspecto central del ser humano durante toda su vida y que incluye el sexo, el género, la identidad, los roles, la orientación sexual, el erotismo, el placer, la intimidad y la reproducción. La sexualidad se experimenta i se expresa a través de pensamientos, fantasías, deseos, creencias, actitudes, valores, comportamientos, prácticas, roles y relaciones.
¿Por qué tenemos que hacer educación afectivo-sexual desde casa?
La sexualidad es una parte muy importante de la persona que está presente a lo largo de toda la vida. Por eso, si queremos que nuestros hijos crezcan en todas sus facetas, es imprescindible que los eduquemos en sexualidad. La educación sexual es un pilar más de la educación de nuestros hijos.
El objetivo de la educación afectivo-sexual es que nuestros hijos se conozcan, se acepten y expresen su erótica de manera que sean felices.
Una persona feliz con su sexualidad es alguien que disfruta con lo que hace y se siente bien consigo misma porque es coherente con sus valores y manera de pensar. ¿Suena bien no?
Y, ¿por qué lo tenemos que hacer desde casa? Porque al ser padres nos convertimos en referentes de nuestros hijos. Y, aunque a veces no seamos conscientes, educamos sobre sexualidad continuamente.
Educamos con lo que decimos, pero también con lo que callamos, con los modelos que les ofrecemos, con el tono que utilizamos, con lo que les permitimos hacer, con aquello que ocultamos, con nuestros pudores y nuestras caricias, con nuestras opiniones…
Hay que ser conscientes que es imposible no educar en sexualidad. Y, como padres, es importante que asumamos nuestro protagonismo en la educación afectivo-sexual de nuestros hijos. Ya que no es un tema que se pueda ir construyendo sobre la marcha y sin rumbo, sino que hay que estar preparado/a.
¿Qué tenemos que tener en cuenta para hacer una buena educación afectivo-sexual?
Para realizar una educación afectivo-sexual de calidad es necesario trabajar tres pilares básicos.
El primer pilar a trabajar es el que engloba las actitudes y habilidades psicológicas. Es decir, todo aquello que hace referencia a nuestro hijo. Su autoestima, el concepto que tiene de sí mismo/a, si tiene autoconfianza…
Este pilar ayudará a nuestros hijos a tomar mejores decisiones en todos los ámbitos de su vida y, por tanto, en el sexual también.
El segundo pilar hace referencia a las actitudes y habilidades sociales. Es decir, todo aquello que hacemos para relacionarnos con los demás. Saber escuchar, saber dar las gracias, decir lo que nos molesta, lo que nos gusta…
Si nuestros hijos desarrollan y mejoran sus habilidades sociales también lo harán sus relaciones afectivas y, por tanto, las de pareja.
El tercer pilar, y no por ello el menos importante, es la información y los conocimientos sexuales. Éstos tienen que ser adecuados y adaptados a la edad de nuestros hijos.
En resumen, hay que tener presente que la información sexual sin formación no es educación sexual. Que la información sin las habilidades para manejarla no sirve. Que para educar hay que incorporar el aprendizaje y el desarrollo de las actitudes y habilidades que permitirá que nuestros hijos puedan tomar decisiones más acertadas.